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Pregunta

¿Es Dios soberano sobre la muerte?

Respuesta


Sabemos que Dios conoce el número de nuestros días (Salmo 39:4), y, siendo soberano, está en control del día de nuestra muerte. Surge una pregunta: "¿Qué pasa con el asesinato?" Un asesino aparentemente acorta el número de días de una persona. ¿Ha tomado el asesino el control de Dios y ha determinado por sí mismo el tiempo y la manera de la muerte de uno? Si es así, si la persona sometió la voluntad de Dios, entonces Dios no era soberano sobre la muerte de esa persona. Pero, si permaneció soberano, ¿debemos decir que Dios causó el asesinato? Al principio, parece haber una tensión teológica entre la soberanía de Dios y el libre albedrío del hombre.

Una forma de resolver esta tensión es considerar cuidadosamente como Dios causa las cosas y como Dios sabe las cosas. Si el causar de Dios no es incompatible con las acciones de los agentes humanos (incluyendo las acciones malignas) y Su causa no es incompatible con Su conocimiento perfecto, entonces podemos entender mejor como Dios puede conocer los días exactos de nuestras vidas y aún no ser la razón de nuestra muerte en una manera causalmente problemática.

La soberanía de Dios significa que Él tiene el control absoluto de todas las cosas (Colosenses 1:16-17; Salmo 90:2; 1 Crónicas 29:11-12). Nada puede, en principio, afectar u obstaculizar a Dios. En el sentido más básico, Dios hace que todas las cosas sean (Hebreos 1:3). Es por Su decreto eterno que cualquier otra cosa existe en cualquier momento en que lo hace. Hay una naturaleza radicalmente dependiente en todas las cosas fuera de Dios. Incluso las partículas subatómicas que componen los objetos físicos individuales (y las circunstancias a las que pertenecen) deben existir, ya que incluso los átomos son objetos dependientes.

Sin embargo, esto no significa que Dios cause todas las cosas de forma decisiva. Un ingeniero que diseña una máquina puede permitir que funcione con variaciones conocidas de antemano, o puede interferir para "forzar" un resultado determinado. En ambos casos, el ingeniero tiene el control total. Solo en un caso el ingeniero es la causa determinada del suceso.

La otra clave de este rompecabezas es un matiz en el concepto de soberanía. El hecho de que Dios sea soberano significa que está completamente más allá del poder de cualquier otra influencia: no se le puede "detener" ni vencer de ninguna forma. Eso no significa que Dios "deba hacer" ciertas cosas. Por eso describimos la soberanía de Dios como un atributo separado de Su omnipotencia. La omnipotencia es el poder de hacer cualquier cosa que el poder pueda lograr. La soberanía es el derecho absoluto y sin restricciones a decidir cuándo y cómo -y en caso afirmativo- usar ese poder.

En otras palabras, la soberanía de Dios le permite tanto no actuar -permitir- como actuar. La elección es parte de Su naturaleza soberana. Así, Dios puede "permitir" que ocurran ciertas cosas y no ser una causa determinista de esos acontecimientos. Según Su elección soberana, Dios ha querido que los acontecimientos sucedan de acuerdo con la naturaleza/esencia de los agentes morales. Algunos de esos acontecimientos, Dios simplemente los "permite", sabiendo como sabe que todo conducirá en última instancia a la conclusión deseada. Así, Dios puede querer que sucedan acontecimientos -directa o indirectamente- que son provocados por los actos no coaccionados y libremente deseados de los agentes morales.

La importancia de Dios "permitiendo" acciones como parte de Su soberanía no se puede exagerar. Que Dios cause el fundamento para que un acto ocurra no significa que Él sea un agente moral responsable del acto. La responsabilidad moral de los actos intencionalmente malvados recae en aquellos que cometen los actos mismos. El mal es desorden y privación en el ser. Dios, por virtud de Su perfección, no puede causar privación. Podemos pensar en el mal como óxido en el metal o pudrición en un árbol. De manera análoga, podemos decir que Dios "causa" el árbol y, por lo tanto, "permite" que la pudrición ocurra. Pero Dios no hace la pudrición, y no causa el mal en sí. Para Sus propios fines, Dios puede saber que el árbol se pudrirá, "permitir" que el árbol se pudra, y no evitar que se pudra, quizás sabiendo que la pudrición evitará incluso más enfermedades más adelante.

Dios sabe cosas en virtud de Su propia naturaleza. En un acto eterno simple, Dios se conoce a sí mismo perfectamente. Al conocerse a sí mismo, Dios conoce todo lo que causa. Debido a que la naturaleza de Dios es inmutable (Malaquías 3:6), los conceptos de "antes" y "después" no se aplican a Él. El conocimiento de Dios no es temporal, secuencial, ni limitado por el tiempo. Esto es muy parecido al acto de los seres humanos leyendo partituras. La canción escrita en la página está atada a las dos dimensiones de los símbolos y el papel. Pero la persona que escribe la música no está limitada ni por las dos dimensiones ni por el "tiempo" de la canción. El compositor puede ver y entender todo de una vez, sin restricciones. Puede cambiar lo que quiere en la música, o no cambiarla, como él desee. De la misma manera, lo que es pasado y futuro para nosotros es eternamente presente para Dios. Dios no "conoce de antemano" las cosas como podríamos decir de un supuesto psíquico o profeta; desde la perspectiva divina, Dios simplemente sabe.

Podemos ver, entonces, que Dios causa que las cosas sean, en tanto que existen en una naturaleza diseñada por Dios para una operación específica. El hombre, como agente moral y racional, actúa sin coerción moral externa. Y es Dios quien hace que el hombre actúe de esa manera, al desear el acto existencial. Puede conocer todas las elecciones del hombre con antelación y "permitirlas" o interferir con ellas como Él lo considere conveniente, de acuerdo con Sus propósitos previstos.

Todo esto, finalmente, establece una conclusión: Dios quiere que el hombre tome decisiones morales no deterministas. Dado que el conocimiento de Dios no está limitado por el tiempo, Dios conoce qué actos existenciales causa. Dado esto, Dios sabe cuándo morirá una persona y cómo morirá esa persona. Podemos decir que Dios desea tales eventos de una manera causalmente básica y existencial, pero no de una manera moralmente causal. Es absolutamente posible que Dios "permita" actos que Él no causaría directamente, o incluso preferiría (Mateo 23:37). El agente humano que actúa con malicia es totalmente responsable desde un punto de vista moral; Dios no puede ser la causa sustancial o accidental del mal.

De esta forma, al separar adecuadamente la diferencia entre Dios "sabiendo", Dios "permitiendo" y Dios "causando", podemos entender la predicación normativa tanto de la acción humana como de la acción divina.

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