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Pregunta

¿Qué es la ira del hombre en Santiago 1:20?

Respuesta


En Santiago 1:20, el apóstol escribe: "porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios". La palabra porque conecta el versículo 19 y el 20. En el versículo 19, Santiago aconseja a los creyentes: "todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse". Del versículo 19 se pueden extraer tres verdades prácticas:

1. Los creyentes deben escuchar la "palabra de verdad", que es el Evangelio de Cristo (Santiago 1:18).

2. Los creyentes deben evitar hablar precipitadamente (cf. Proverbios 10:19). En otras palabras, debemos pensar antes de hablar, asegurándonos de que nuestras palabras sean "siempre con gracia, sazonadas con sal" (Colosenses 4:6).

3. Los creyentes deben evitar la ira egoísta y malhumorada, que "no obra la justicia de Dios" (Santiago 1:20; cf. Efesios 4:26).

En Santiago 1:20, la expresión ira del hombre se refiere a la ira injusta. Existe una distinción entre la ira del hombre y la ira de Dios. La ira del hombre, aunque se oriente hacia una supuesta injusticia, es incapaz de comprender que la ira no puede cambiar el corazón de otra persona. Así pues, la ira del hombre demuestra un espíritu orgulloso e impulsivo, que es antitético al fruto del Espíritu (ver Gálatas 5:22-23).

Por el contrario, la ira de Dios es siempre santa y justa (Romanos 2:6). Puesto que Dios es santo, los creyentes también deben ser santos (1 Pedro 1:16). Esto significa que debemos comportarnos según la perfecta voluntad de Dios (Romanos 12:1-2).

En lugar de permitir que la ira incontrolada contamine nuestros corazones, deberíamos "[desechar] toda inmundicia y abundancia de malicia" (Santiago 1:21). La cuestión es que no debemos tener nada que ver con la inmundicia moral ni con la maldad (cf. Romanos 13:12 y Efesios 4:22). Por el contrario, debemos "[recibir] con mansedumbre la palabra implantada" (Santiago 1:21). Cuando la Palabra de Dios se arraigue en nuestros corazones, notaremos una diferencia en nuestros pensamientos, palabra y acciones (cf. Deuteronomio 30:14 y Jeremías 31:33).

La respuesta adecuada a la Palabra de Dios es ser oidores y hacedores de la Palabra (Santiago 1:22). Si oímos la Palabra, pero no la obedecemos, entonces somos "semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era" (versículos 23-24). El "espejo" de la justicia de Dios exige que hagamos algo con nuestras imperfecciones morales y espirituales. En resumen, "no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra" (versículo 25).

El capítulo 1 de Santiago concluye con tres características de la religión pura y sin mácula: En primer lugar, los creyentes "refrenarán" su lengua (versículo 26). Una vez más, Santiago insiste en la necesidad de ser conscientes de lo que sale de nuestra boca (Mateo 15:11).

En segundo lugar, los creyentes mostrarán misericordia hacia los oprimidos, especialmente los huérfanos y las viudas (Santiago 1:27; cf. 1 Timoteo 5:3-16).

En tercer lugar, los creyentes permanecerán "sin mancha del mundo" (Santiago 1:27). Santiago utiliza un lenguaje sacrificial para describir a la persona puramente religiosa (cf. Romanos 12:1).

El tema central de Santiago 1:19-27 es oír y poner en práctica la Palabra de Dios. "Oír" la Palabra significa que estamos deseosos de recibirla. "Hacer" la Palabra significa que la aplicamos a nuestra vida.

Mientras seguimos "haciendo" la Palabra, que seamos lentos para la ira, recordando que la ira -la ira del hombre- no produce la justicia de Dios.

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