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Pregunta

¿Cuánto énfasis se debería dar a la liberación demoníaca en la vida cristiana?

Respuesta


Hay dos extremos en el pensamiento de la gente sobre los demonios. Uno dice que lo que llamamos demonios no son más que pensamientos y comportamientos negativos de los que es capaz cualquier ser humano. Los que sostienen este punto de vista creen que la "liberación" de un "demonio" se produce mediante el dominio propio; este punto de vista generalmente va acompañado de la negación de todo lo sobrenatural. El otro extremo dice que cualquier suceso malo es obra de los demonios. Aquellos que sostienen este punto de vista a frecuentemente "reprenden" todo, desde el resfriado común hasta una caída en la bolsa de valores. El énfasis correcto en la liberación demoníaca yace en algún lugar entre estos dos extremos.

Las Escrituras dejan claro que los demonios son reales y que interfieren en los asuntos de la humanidad (Mateo 12:43; Marcos 1:26; Hechos 8:7). Los demonios estaban muy activos en los tiempos bíblicos, y no hay razón para suponer que ahora estén inactivos (1 Pedro 5:8). Sin embargo, entre los que creen que los demonios actúan hoy en día, hay una gran cantidad de opiniones. Algunos tienden a enfatizar demasiado la obra de Satanás, dándole más atención de la que merece. Nuestra atención debe centrarse en la gloria de Dios y en Su justicia (Mateo 6:33), ya que "mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo." (1 Juan 4:4). Satanás y Dios no son opuestos "iguales" o "equilibrados", a la manera del yin-yang. Satanás es un ser creado, finito, que sólo posee el poder que Dios le permite (Job 1:9-10).

Jesús expulsó muchos demonios durante Su ministerio terrenal, y la iglesia primitiva siguió ocupándose de la guerra espiritual después que Jesús ascendiera de nuevo al cielo (Hechos 5:3; 8:7; Efesios 6:11-13; 2 Corintios 10:3-5). No hay pruebas que sugieran que Satanás y sus ángeles caídos hayan dejado de atormentar a los seres humanos. Sin embargo, Santiago 1:13-15 establece claramente que gran parte de nuestra lucha contra el pecado se debe a nuestros propios deseos carnales, no a un ataque directo de Satanás.

La palabra griega daimonizomai, que a menudo se traduce como "poseído por el demonio" en los Evangelios, significa simplemente "endemoniado". La palabra se refiere a algo más que una simple posesión. Cualquiera bajo la influencia de un demonio puede ser considerado "endemoniado". Incluso un cristiano puede ser "endemoniado" o sufrir opresión demoníaca si permite que sus pensamientos, acciones o actitudes sean influenciados por demonios. Incluso Pedro, uno de los amigos más cercanos del Señor, se convirtió en portavoz de Satanás cuando intentó convencer a Jesús de que no fuera a la cruz (Mateo 16:21-23). Aunque un cristiano ha sido comprado por la sangre de Jesús (Juan 10:28-29; Romanos 5:9), Satanás todavía puede causar muchos estragos si se le permite. No puede robar el alma de un cristiano ni poseerlo, pero puede volverlo infructuoso y robarle el gozo y la victoria de su vida.

Efesios 6:10-17 nos instruye en la lucha contra las fuerzas de las tinieblas. Se nos dice que nos pongamos continuamente "toda la armadura de Dios" y "permanezcamos firmes". Aunque Satanás y sus fuerzas están constantemente trabajando para "robar, matar y destruir" (Juan 10:10), la armadura de Dios permite a Sus hijos ser victoriosos contra los ataques. Muchas veces, en situaciones en las que la opresión demoníaca en la vida de un creyente es aplastante, se debe a las decisiones pecaminosas de ese creyente (2 Corintios 2:11). Se nos pide que resistamos al diablo (Santiago 4:7), que tengamos cuidado con él (1 Pedro 5:8) y que no le demos cabida en nuestras vidas (Efesios 4:27).

La manera más bíblica de vencer la influencia demoníaca en la vida de un cristiano es seguir el ejemplo de Jesús cuando fue tentado por Satanás. Lucas 4:1-12 relata la conversación entre Jesús y Satanás. Aunque Jesús es Dios en la carne, no confió en Su propia astucia o autoridad para reprender a Su enemigo. Cada vez que Satanás venía contra Él, respondía: "Escrito está...". La mejor defensa contra el ataque demoníaco es la Palabra de Dios (Efesios 6:17).

Los cristianos estamos en una batalla espiritual, y necesitamos estar conscientes de las realidades espirituales que nos rodean. Sin embargo, nuestra atención no debe centrarse en los demonios, sino "en Jesús, el autor y consumador de la fe" (Hebreos 12:2). Ahí es donde está la victoria.

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