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Pregunta

¿Qué son los lugares celestiales?

Respuesta


La frase "lugares celestiales" se utiliza varias veces en el libro de Efesios (1:3, 20; 2:6; 3:10; 6:12). Esta frase se traduce de la palabra griega epouranios, que significa "la esfera de las actividades espirituales". "Lugares celestiales" puede referirse tanto a la actividad angelical como a la demoníaca. Efesios 1:20 dice que Dios "levantó a Cristo de los muertos y le hizo sentarse a su diestra en los lugares celestiales". Pero Efesios 6:12 habla de fuerzas malvadas en el mismo reino: "Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra... huestes espirituales de maldad en las regiones celestes".

Como humanos de carne y hueso, tenemos muy poca comprensión del mundo espiritual. No podemos verlo, oírlo ni tocarlo. Sin embargo, la Biblia lo entiende, y podemos comprender mejor un mundo que no podemos ver estudiando lo que Dios nos dice sobre él. En primer lugar, Dios es espíritu (Juan 4:24). Existe fuera de los límites del tiempo, el espacio y la materia. Su hogar se llama cielo (Hechos 7:55; Isaías 63:15), pero es un lugar distinto, que no se debe confundir con "los cielos", que se refieren a la atmósfera (Génesis 1:1; Salmo 148:4), o los "reinos celestiales", que abarcan a todos los seres espirituales. En el cielo de Dios, Él se sienta en un trono (Mateo 23:22; Hebreos 4:16), rodeado de ángeles que lo adoran (Apocalipsis 7:11; Salmo 99:1) y que existen para servir a Dios y ministrar a Sus santos (Hebreos 1:14; Mateo 4:11; Génesis 19:1). Los ángeles también tienen la capacidad de aparecer como hombres cuando son enviados a entregar mensajes de Dios (Génesis 18:2, 16-17; 19:1-2; Daniel 10:5-6).

Sin embargo, el lado oscuro de los reinos celestiales pertenece a Satanás y a sus espíritus malignos. Satanás no es la contraparte de Dios. Dios no tiene contrincante. Satanás es un ser creado que solo tiene el poder que Dios le permite tener durante el tiempo que Dios se lo permita (Isaías 14:12; Lucas 22:31; Apocalipsis 12:12). Sin embargo, por razones que solo Dios conoce, a Satanás y a sus secuaces se les permite causar estragos en la tierra y en los siervos de Dios, si no son controlados por la guerra espiritual y los santos ángeles. Daniel 10 nos da la mejor visión de lo que sucede en este mundo que no podemos ver. Dios envió a un ángel para entregar un mensaje a Daniel mientras oraba, pero este mensajero fue detenido durante tres semanas por "el príncipe de Persia", un demonio (versículo 13). Más tarde, el ángel le dijo a Daniel que necesitaba la ayuda del arcángel Miguel para prevalecer y continuar con la misión que Dios le había encomendado.

Este panorama de los reinos celestiales nos ayuda a comprender algunas cosas. En primer lugar, aprendemos que en todo momento hay una guerra implacable. Satanás y sus demonios trabajan activamente para frustrar los planes de Dios y destruir todo lo que puedan (ver Juan 10:10). Si fuerzas demoníacas pueden detener a un ángel poderoso en una misión de Dios, entonces los demonios deben tener un gran poder. En segundo lugar, Dios no deja a Sus hijos indefensos ante este ejército del mal. Segunda de Corintios 10:4 dice: "porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas". Efesios 6:11-17 nos dice exactamente qué armadura necesitamos para mantenernos firmes contra las tentaciones y maquinaciones del diablo. Por nosotros mismos, no somos rivales para las artimañas de Satanás. Necesitamos una armadura espiritual para librar batallas espirituales. La tercera verdad que podemos aprender del pasaje de Daniel es que la oración atrae la atención de Dios y que Su respuesta está en camino. Hay fuerzas desconocidas para nosotros que pueden interferir con el deseo de Dios de ayudarnos, y debemos seguir perseverando en la oración hasta que llegue la respuesta (ver Lucas 18:1; Efesios 6:18).

Los lugares celestiales son tan reales como los terrenales. Pasaremos la mayor parte de nuestras vidas viviendo en los lugares celestiales (2 Corintios 5:1; 1 Juan 5:11). En contraste, nuestra existencia terrenal es solo una "neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece" (Santiago 4:14). Las batallas físicas pueden parecer intensas, pero los resultados son temporales. Sin embargo, las batallas espirituales tienen consecuencias eternas. Cuando vivimos nuestras vidas terrenales reconociendo las batallas invisibles que se libran a nuestro alrededor, seremos más cuidadosos con lo que decimos y hacemos (Efesios 5:15–16; 2 Corintios 2:11). Seremos fieles en utilizar nuestras armas de oración y la armadura de Dios, sabiendo que las verdaderas batallas se libran y ganan en los lugares celestiales.

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