Pregunta
¿Todo el mundo nace ateo?
Respuesta
Un ateo generalmente se define como una persona que niega la existencia de Dios o de un poder superior. Algunos han sugerido que algunas personas nacen ateas, lo que significa que todos tenemos alguna predisposición innata contra la fe en Dios o que la fe en Dios es de algún modo antinatural.
Hay varias formas de responder a la afirmación de que todo el mundo nace ateo, dependiendo de lo que se entienda por ateo. La primera respuesta, la más sencilla, es que no podemos "nacer" ateos porque el ateísmo implica ciertas decisiones espirituales e intelectuales que los recién nacidos son incapaces de tomar.
En sentido estricto, un niño no puede "nacer" ateo, agnóstico o cristiano, como tampoco puede "nacer" republicano o demócrata. Decir que uno nace ateo es un ejemplo de error de categoría, es decir, la aplicación de etiquetas a algo que no tiene propiedades en esa categoría. Otro ejemplo de error de categoría sería discutir sobre el olor de los distintos colores. Un ateo ha tomado una decisión moral, filosófica, intelectual y/o espiritual sobre la existencia de Dios. Obviamente, los bebés no pueden haber tomado ninguna decisión de este tipo, por lo que tratar de etiquetarlos como ateos o no ateos es un error de lógica.
Decir que los niños "nacen" ateos, es decir, que no creen en Dios, es simplemente definir mal tanto la creencia como el ateísmo. A pesar de lo que algunos afirman, el ateísmo no es una falta pasiva de compromiso, sino una negación activa de la existencia de Dios. Los que carecen de conocimientos para decidir la cuestión de la existencia de Dios son "agnósticos débiles", no "ateos". Además, los recién nacidos tampoco "creen" en las ballenas, el álgebra o Abraham Lincoln; por tanto, lo que un bebé "cree" tiene muy poco que ver con lo que es real.
¿Y los adultos que no creen? ¿Son "ateos de nacimiento"? ¿Están predispuestos de algún modo a rechazar la fe en Dios? Eclesiastés 3:11 señala que Dios "ha puesto eternidad en el corazón [humano]". ¿Qué significa esto? Toda persona tiene un anhelo o deseo de algo más allá de este mundo. La sola idea de que podamos imaginar una eternidad demuestra que existe un deseo o interés innato por algo o alguien más allá de esta vida. Según la Biblia, las personas no nacen ateas, sino que nacen con el deseo de algo que trascienda esta vida.
Todo el mundo adora algo o a alguien, ya sea a Dios, a falsos dioses y diosas, a otras personas, a sí mismos o a las cosas de este mundo. Este deseo innato de adoración también demuestra que las personas no nacen sin fe, sino buscando a alguien a quien adorar. En otras palabras, las personas han sido creadas para adorar. Y lo más importante, saben que Dios existe: "Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa" (Romanos 1:20).
Más interesante que saber cuántos nacen ateos es saber cuán pocos mueren ateos. Nacemos con una falta casi total de conocimiento o información. Sin embargo, las experiencias vitales y otras pruebas llevan a la gran mayoría de la humanidad a creer de algún modo en lo divino. Las únicas culturas en las que la no creencia es significativa son aquellas en las que la religión ha sido abiertamente suprimida, subrayando una vez más lo natural y normal que es para el hombre creer en Dios. Que todos no tengamos una creencia positiva en Dios al nacer es inevitable, pero que casi todos encontremos esa creencia antes de morir es innegable.
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