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Pregunta

¿Qué es el oráculo del Señor (Jeremías 23:36)?

Respuesta


Un oráculo es un mensaje divino. Jeremías 23 utiliza la frase el oráculo del Señor en varias ocasiones en la NBLA. El contexto incluye un pronunciamiento de juicio sobre determinados líderes de Israel que estaban destruyendo y dispersando a las ovejas de Dios (Jeremías 23:1) y un anuncio del Mesías venidero que liberaría al pueblo y conduciría a la nación a la salvación y la seguridad (Jeremías 23:5-6).

En el mismo capítulo, Dios también acusa a los falsos profetas de representar erróneamente la Palabra de Dios. No habían sido enviados por Dios, sino que profetizaban por Baal y descarriaban a Israel (Jeremías 23:13). Estaban contaminando toda la tierra (Jeremías 23:15), y serían juzgados. Dios siempre está presente. Estos falsos profetas engañaban al pueblo, pero no podían engañar a Dios (Jeremías 23:23-25). Dios no los había enviado, y no aportaron ningún beneficio a Israel (Jeremías 23:32).

Mientras Dios proclama la culpabilidad y el juicio venidero de los falsos profetas, hace referencia a los oráculos del Señor seis veces. El término oráculo (traducido del hebreo massa) se refiere literalmente a una "carga" o "fardo": un mensaje de peso e importancia. En este caso, la carga pertenecía al Señor (Yavé). El término denota un mensaje profético de gran importancia que fue revelado directamente por Dios.

En Jeremías 23:33, algunos cuestionaron cuál era el oráculo del Señor, y se les dijo que Él los abandonaría. Así pues, cualquiera que pronunciara un oráculo del Señor estaba dando una falsa profecía y sería juzgado (Jeremías 23:34). El pueblo ya no recordaría el verdadero oráculo del Señor porque habían pervertido Su Palabra y distorsionado Su mensaje (Jeremías 23:36). Dios repite tres veces en Jeremías 23:34-38 que no deben pretender tener "el oráculo del Señor".

Estas seis referencias al oráculo del Señor en Jeremías 23 dejan claro que Dios se toma en serio Su Palabra y que no tolerará ningún uso indebido o tergiversación de lo que ha dicho. Pablo recuerda a sus lectores que todas las Escrituras (los escritos encargados por Dios) fueron en realidad inspiradas por Dios (2 Timoteo 3:16-17). Pedro explica que el Espíritu Santo movió a los hombres que hablaron de parte de Dios (2 Pedro 1:21). Pedro añade que ninguna profecía de la Escritura es cuestión de interpretación propia (2 Pedro 1:20).

Puesto que Dios es el autor de las Escrituras, los lectores deben tratar de comprender lo que Él quiso comunicar y no malinterpretar Su Palabra. El oráculo del Señor debía tomarse en serio en tiempos de Jeremías, y la Palabra revelada de Dios no es menos importante hoy. Pablo exhorta a Timoteo a ser diligente en el estudio de la Palabra y a usarla con rectitud para no avergonzarse (2 Timoteo 2:15). Ninguna otra palabra es tan valiosa. La Palabra de Dios es única. Cumple exactamente lo que Él quiere que cumpla (Isaías 55:11), y perdura para siempre (Isaías 40:8). Apocalipsis 1:3 ilustra el valor de la Palabra de Dios, pues Dios ofrece una bendición a quienes escuchen y presten atención a las palabras del libro de Apocalipsis. Pablo exhorta a los creyentes a que su transformación proceda de la renovación de su mente (Romanos 12:2) y los desafía a que estén armados con la Palabra de Dios (Efesios 6:17).

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