Pregunta
¿De qué maneras los creyentes son partícipes de la naturaleza divina?
Respuesta
Segunda de Pedro 1:3-4 dice: "Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia". El versículo dice claramente que los creyentes son hechos "partícipes de la naturaleza divina" por medio de las promesas de Dios, pero ¿qué significa eso exactamente? ¿Hasta qué punto podemos participar de la naturaleza de Dios?
Hay varios puntos importantes en 2 Pedro 1:3-4. En primer lugar, el poder de Dios nos ha concedido las "grandísimas promesas" relativas a nuestra salvación. Segundo, es a través de esas promesas que somos hechos "partícipes de la naturaleza divina". Tercero, ser partícipes de la naturaleza divina implica escapar de la decadencia del mundo y estar por encima de los deseos pecaminosos. En pocas palabras, cuando somos salvos, recibimos una nueva naturaleza, por la cual no perecemos con el mundo.
La "naturaleza" humana en la Biblia es lo que nos hace ser "nosotros". La naturaleza de un hombre es la suma total de cualidades que le hacen ser quien es. Es el carácter inherente de una persona y lo que constituye su individualidad. Según la Biblia, todo ser humano nace con la naturaleza de Adán, que es pecaminosa; tenemos una inclinación natural a agradarnos a nosotros mismos (Romanos 5:12; 7:14). Nuestro yo natural no puede agradar a Dios (Romanos 8:8). Nuestra naturaleza pecaminosa nos aleja de la comunión con Dios, nos mantiene en esclavitud al pecado y finalmente nos conduce a la muerte espiritual (Romanos 6:16, 23; 7:14; 2 Pedro 2:19). No podemos liberarnos del pecado porque no podemos cambiar nuestra naturaleza, así como un tigre no puede cambiar sus rayas.
Cuando creemos en el Señor Jesucristo, somos salvos (Hechos 16:31), y experimentamos una transformación espiritual radical. A esto se refiere Pedro cuando dice que somos hechos partícipes de la naturaleza divina. Somos nuevas creaciones en Cristo (2 Corintios 5:17). Hemos nacido de nuevo (Juan 3:3). Hemos muerto, y ahora nuestras vidas están "escondidas con Cristo en Dios" (Colosenses 3:3). Estamos "en Cristo" (Romanos 8:1).
Como partícipes de la naturaleza divina, los creyentes ya no tienen que seguir la naturaleza pecaminosa. En la salvación, nuestra vieja naturaleza es derrotada, y recibimos una nueva naturaleza divina que desea las cosas de Dios (2 Corintios 5:17). Amamos lo que Él ama y odiamos lo que Él odia (Gálatas 5:22; 1 Juan 4:4).
Como partícipes de la naturaleza divina, los creyentes ya no están esclavizados a las pasiones y pecados de la carne (Romanos 6:6, 14). Tenemos poder de lo alto para vencer toda tentación que venga contra nosotros (1 Corintios 10:13).
Como partícipes de la naturaleza divina, los creyentes pasan a formar parte de la familia de Dios (Juan 1:12), lo que se refleja en un cambio de vida. Primera de Juan 3:9 dice: "Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios". Al darnos Su naturaleza, Dios nos hace Sus hijos e hijas y nos conforma a la imagen de Su Hijo (Romanos 8:29; 2 Corintios 6:18).
Como partícipes de la naturaleza divina, los creyentes tienen al Espíritu Santo habitando en ellos. Dios declara que somos "más que vencedores" por el poder del Espíritu Santo en nuestros corazones (Romanos 8:37). Nuestro Consolador/Abogado/consejero está con nosotros dondequiera que vayamos (Juan 14:16). Nunca nos abandonará (Hebreos 13:5).
Dios es fiel en cumplir Sus "grandes y preciosas promesas", y le alabamos por nuestro Salvador y Redentor, Jesucristo; por el don del Espíritu Santo; y por la vida eterna que disfrutamos como partícipes de Su naturaleza divina.
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