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Pregunta

¿Cómo una iglesia puede sobrevivir/recuperarse cuando un pastor se va?

Respuesta


No hay duda de que perder a un pastor puede ser un momento de confusión para una iglesia, especialmente si el pastor se va en circunstancias difíciles. Si un pastor simplemente se retira después de un largo y fiel servicio, o si se traslada a otra área como respuesta a la guía de Dios, puede ser un tiempo de gran tristeza. Su congregación puede honrarlo con regalos y celebraciones de despedida, agradecerle con homenajes personales y reconocimientos, y regocijarse con él cuando se traslade a otra área de la vida y el ministerio. Él y su familia pueden continuar en los corazones de su antiguo rebaño y también ser sostenidos en oración.

Pero, ¿qué pasa cuando un pastor se va en circunstancias no ideales, tales como una falta de moral de su parte, insatisfacción con su desempeño (ya sea real o aparente), o una iglesia "dividida"? ¿Cómo hacen los que se quedan atrás para reparar cualquier daño que pueda haber, mantener la iglesia unida ahora, y avanzar hacia lo que puede parecer un futuro incierto?

El primer factor y el más importante para responder a estas preguntas comienza con saber exactamente a quién pertenece la iglesia. La iglesia no pertenece al pastor o al liderazgo o a la congregación. La iglesia pertenece a Cristo, la cabeza de Su iglesia. La palabra iglesia significa literalmente "la asamblea de los llamados". Estos llamados se reúnen para adorar a su Cabeza. Se comprometen a seguir Su ejemplo en todo lo que hacen, a obedecerle, y a presentar una imagen exacta de Él a un mundo expectante. La iglesia es el cuerpo de Cristo. Él murió por Su cuerpo, y Su cuerpo vive por Él. A menos que el liderazgo se comprometa con este modelo bíblico y la congregación acepte esta verdad, ningún pastor puede ser verdaderamente exitoso. Así que el primer paso para sobrevivir a la pérdida de un pastor bajo circunstancias difíciles, es reagrupar el liderazgo para definir la iglesia. Además, debe haber unanimidad entre el liderazgo en su comprensión y compromiso con la iglesia, tanto la iglesia local como la universal. Gran parte de la disensión de la iglesia proviene de la falta de unidad en las creencias y compromisos de sus líderes, y, de hecho, muchos pastores se van por esta misma razón. Así que, antes de empezar a buscar otro pastor, el liderazgo de la iglesia debe estar de acuerdo con el liderazgo de Cristo.

Segundo, el liderazgo debe entender y estar comprometido con la soberanía de Dios en todas las cosas, pero sobre todo en el momento de la partida del pastor. Nada de lo que pasó fue una sorpresa para Dios; o bien hizo que el pastor se fuera o permitió que cumpliera Su voluntad y propósitos divinos. De cualquier manera, Él nos ha asegurado que todas las cosas obra para el bien de aquellos que lo aman y son llamados de acuerdo a Su propósito (Romanos 8:28), y la iglesia puede consolarse al saber que están siendo dirigidos por el Dios soberano que está involucrado en cada detalle de la vida y el ministerio de la iglesia, así como del pastor. Una confianza clara y fundamentada en el control soberano de Dios sobre la iglesia llevará al pueblo a decir como Pablo: "Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús, y por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de su conocimiento" (2 Corintios 2:14).

En tercer lugar, la partida de un pastor es un buen momento para reevaluar y/o redefinir la misión y el trabajo de la iglesia. Hay mandatos obvios en las Escrituras: enseñar y predicar la Palabra, adorar y glorificar a Dios, y cumplir con la comisión de difundir el evangelio, pero ¿cómo se priorizan exactamente estas cosas en la iglesia, y qué tipo de pastor se necesita para ayudar a lograr los objetivos de la iglesia? Si la iglesia tiene un énfasis en el trabajo misionero, por ejemplo, se debe buscar un pastor con la misma visión. Si la iglesia se siente especialmente llamada a ministrar a los niños, a los pobres, a los ancianos o a las poblaciones de inmigrantes locales, el pastor potencial debería tener un corazón para esos ministerios. Se han producido divisiones en la iglesia en las que el pastor y el liderazgo tienen diferentes visiones de su llamado, y eso se puede evitar por adelantado con una visión clara y bien pensada del papel de la iglesia en la comunidad y el mundo.

Finalmente, antes de cualquier intento de reemplazar a un pastor, el liderazgo debe analizar objetivamente por qué se fue. Si los problemas que causaron su prematura partida aún existen, es casi imposible evitar una dolorosa repetición. Por ejemplo, si hay un problema de pecado en la congregación que nunca se trató eficazmente, eso debe ser resuelto antes de llamar a otro hombre a la iglesia. El apóstol Pablo trató con un grupo de personas excesivamente pecadoras y de dura cerviz en la iglesia de Corinto, que estaba continuamente dividida y llena de conflictos. Eran egoístas, desordenados y mundanos. El pecado manchó la mesa del Señor. Peleaban entre ellos, se demandaban, se aprovechaban sexualmente y eran orgullosos. Pedirle a un nuevo pastor que venga ingenuamente a una iglesia cuyos miembros exhiben tal comportamiento es terriblemente injusto y sólo provoca otra dolorosa partida pastoral. Depende del liderazgo de la iglesia instituir la disciplina de Mateo 18, preferiblemente antes de que el nuevo pastor llegue o poco después, siempre y cuando sea plenamente consciente de la situación.

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