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Pregunta

¿Cuál es el plan de redención de Dios?

Respuesta


Debido a la desobediencia de Adán y Eva (Génesis 3:6-7), la humanidad se sumergió en un estado de total depravación (Jeremías 17:9; Salmo 51:5; Romanos 5:12–21). Todo nuestro ser —mente, cuerpo, voluntad y espíritu— ha sido corrompido por el poder del pecado. Sin embargo, en medio de nuestra pecaminosidad, Dios prometió un plan de redención. Él enviaría un Salvador que redimiría a la humanidad de la maldición del pecado (Génesis 3:15; Gálatas 3:13). Desde el protoevangelio en Génesis 3:15 hasta las profecías mesiánicas en Isaías 53, la expectativa de un Mesías venidero fue una fuente de esperanza para innumerables generaciones.

Cuando llegó el momento adecuado, el plan de redención de Dios llevó a la encarnación del Logos preexistente y eterno: "En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios... Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad" (Juan 1:1,14). En la encarnación, el Hijo de Dios entró en la historia humana como la máxima expresión de la gloria, gracia y verdad de Dios para redimir a los pecadores del castigo, poder y presencia del pecado. Para este fin, el Hijo sacrificó voluntariamente su vida en la cruz y la retomó al tercer día (Juan 2:19; 10:18).

La doctrina de la elección ocupa un lugar central en el plan redentor de Dios. Los elegidos son aquellos que fueron soberana y graciosamente escogidos por el Padre antes de la fundación del mundo (Efesios 1:4–5). Esta doctrina no niega la responsabilidad humana; más bien, magnifica la profundidad de la gracia de Dios para con los pecadores no merecedores.

Central en el plan de redención de Dios es el llamado al arrepentimiento y la fe. El arrepentimiento implica un reconocimiento de nuestra pecaminosidad y un alejamiento de la misma (Hechos 3:19; cf. Salmo 51:17). Este es un paso crucial en la salvación porque pone a los pecadores en manos de un Dios misericordioso, bondadoso y amante que nunca rechazaría a alguien que le busque con sinceridad (Juan 6:37; Hebreos 11:6).

La fe salvadora es una confianza segura y una dependencia única en Cristo para obtener la salvación: "Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe" (Efesios 2:8–9). Tanto el arrepentimiento como la fe son parte del plan de redención de Dios y son necesarios para que la humanidad sea rescatada de la esclavitud del pecado.

A medida que se despliegan las páginas de la historia redentora, se revela el propósito final de la creación: la restauración total de todas las cosas. Esto no es simplemente un retorno a un estado previo a la caída; es una renovación cósmica por la cual todas las cosas son reconciliadas con Dios a través de Cristo: "Por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz" (Colosenses 1:19–20). Esta renovación abarca los ámbitos físico y espiritual, culminando en nuevos cielos y una nueva tierra (Apocalipsis 21:1). Los elegidos no solo son receptores de la salvación eterna sino también coherederos y participantes en el proceso de restauración.

En la consumación de la historia redentora, el amor, la soberanía y la rectitud de Dios se mostrarán plenamente (Apocalipsis 22:3–4). Y los redimidos, ahora perfeccionados, estarán en Su presencia con plenitud de gozo (Salmo 16:11; cf. 1 Corintios 13:12).

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