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Pregunta

¿Por qué debo evangelizar?

Respuesta


Evangelizar significa compartir el evangelio de Jesucristo con otra persona. El evangelismo personal debe ser el estilo de vida de todo verdadero cristiano. Se nos ha dado un gran regalo, y nuestro Maestro nos dejó instrucciones claras: "id, y haced discípulos a todas las naciones" (Mateo 28:19). Antes de poder "hacer discípulos", debemos evangelizar. Hay otras razones, además del mandato de Jesús, que también deberían motivarnos a compartir la mayor noticia del mundo con personas que no la han escuchado:

1. La evangelización es un acto de amor. El amor debe ser la característica que define a todo seguidor de Jesucristo (Juan 13:35; 1 Corintios 13:1-7). Es un fruto del Espíritu Santo, por lo que cualquiera que camine en el Espíritu demostrará amor en su trato con la gente (Gálatas 5:16, 22-23). Tenemos la mejor noticia del mundo, y el amor nos impulsa a compartirla con quienes no la han oído. El amor quiere que todos tengan la oportunidad de responder a la oferta de salvación de Dios. Ocultar una noticia que podría salvar la vida de alguien es la mayor crueldad; por eso, los que aman de verdad a Dios amarán a las personas a las que Jesús vino a salvar (Juan 3:16-18; 1 Juan 4:20).

2. El evangelismo edifica nuestra propia fe. Nada nos ayuda a aprender un tema como enseñárselo a otra persona. Cuando compartimos nuestra fe con otras personas, fortalecemos nuestras propias creencias. La evangelización regular nos obliga a luchar contra las preguntas difíciles, a encontrar respuestas por nosotros mismos y a prepararnos para responder a las preguntas de los demás. Deberíamos estar "siempre preparados para presentar defensa ante todo el que les demande razón de la esperanza que hay en ustedes. Pero háganlo con mansedumbre y reverencia" (1 Pedro 3:15, NBLA). Nos preparamos estudiando la Palabra de Dios, escuchando a buenos maestros de la Biblia y manteniendo una estrecha comunión con Jesús. Esas prácticas mantienen puras nuestras propias vidas para que no seamos hipócritas que predican una cosa, pero hacen otra (Gálatas 6:1).

3. El evangelismo proporciona beneficios eternos. Jesús animó a Sus seguidores a "[acumular] tesoros en el cielo" (Mateo 6:20). Ese tesoro consiste en recompensas por lo que hicimos en la tierra en Su nombre y para Su gloria. No es egocéntrico tomar decisiones que nos aseguren un tesoro eterno. Jesús nos dijo que lo hiciéramos. Nuestro servicio a Él puede ser tan sencillo como ofrecer un vaso de agua fría a uno de los Suyos (Mateo 10:42). La parábola del mayordomo infiel subraya la importancia de hacer todo lo que podamos para llevar a la gente a la fe en Cristo (Lucas 16:1-13).

4. El evangelismo es un desbordamiento de la "esperanza que hay en nosotros" (Hebreos 6:19; 1 Pedro 3:15). Cuando dos personas se enamoran, no pueden evitar hacérselo saber a todos los que les rodean. La alegría se dibuja en sus rostros, las estrellas brillan en sus ojos. Están deseosos de hablar a todo el que quiera escucharles de la maravillosa persona a la que aman. Lo mismo ocurre cuando nos enamoramos de Jesús. No podemos evitar hablarle a la gente de Él cada vez que podemos. Pensamos en Él todo el tiempo. Nos sentimos atraídos por Su Palabra, por los servicios de adoración y por otros que lo aman. Buscamos oportunidades para compartir Su verdad con alguien que está lejos de Él. Si Jesús no está en el primer lugar de nuestras mentes, tenemos un problema espiritual y necesitamos abordar eso primero antes de que podamos compartir la "esperanza que hay en nosotros".

5. El evangelismo agrada al Señor. La vida cristiana nunca se debe vivir según los "debería". Sin embargo, oímos esa palabra con frecuencia en relación con la lectura de la Biblia, la oración, la asistencia a la iglesia y otras prácticas cristianas. "Debería hacer eso, pero...". El pero es un problema mayor de lo que queremos admitir. Los hijos de Dios naturalmente quieren agradar a su Padre Celestial; es su mayor deleite. Así que nuestra brújula está ajustada con Dios como nuestro norte verdadero. En todo lo que hacemos, sentimos la atracción magnética hacia complacer a Dios. Incluso las tareas mundanas se pueden realizar con alegría, porque estamos haciendo lo que Dios nos ha dado que hagamos (1 Corintios 10:31; 2 Corintios 5:9). Enseñar a otras personas a tener una relación con Jesús es una forma de agradarle. Y al agradarle a Él nos sentimos más realizados (Gálatas 2:20).

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