Pregunta
¿Qué significa "No hay profeta sin honra, sino en su propia tierra" (Mateo 13:57, NBLA)?
Respuesta
Cuando Jesús regresó a su ciudad natal de Nazaret para enseñar en la sinagoga, experimentó en carne propia cómo la familiaridad puede engendrar desprecio. Los nazarenos, que conocían a Jesús desde su infancia, estaban asombrados y perplejos por Su sabiduría y Sus poderosas obras. Pero en vez de aceptar Su mensaje, se sintieron profundamente ofendidos y se negaron a creer en Él. Por eso Jesús les dijo: "No hay profeta sin honra, sino en su propia tierra y en su casa" (Mateo 13:57, NBLA).
La frase -No hay profeta sin honra, sino en su propia tierra- contiene una doble negación. Una redacción más directa sería "Un profeta recibe honra en todas partes menos en su propio pueblo y entre su propia familia" (Mateo 13:57, NTV). Con esta afirmación, Jesús reconoce el descrédito al que a menudo se enfrentan los profetas y ministros del Señor entre sus parientes más cercanos, sus amigos y sus vecinos. Multitudes de personas de toda la región escuchaban el mensaje de Cristo, eran testigos de sus poderosas obras y respondían con fe a Dios. Pero la gente de Su "propia tierra" y de Su "propia casa" rechazaba Su mensaje y Sus afirmaciones.
Su "tierra" es Nazaret, donde creció Jesús. Su "propia casa" es Su familia. Los hermanos de Jesús no creyeron en Él ni aceptaron Sus pretensiones mesiánicas hasta después de Su resurrección (ver Juan 7:5 y Hechos 1:14). El registro de Marcos de este mismo incidente dice: "Y, debido a la incredulidad de ellos, Jesús no pudo hacer ningún milagro allí, excepto poner sus manos sobre algunos enfermos y sanarlos" (Marcos 6:5, NTV). Imagínate lo triste y decepcionado que debió de sentirse Jesús al encontrar tan poca fe entre sus seres más queridos.
En su "Canción a mis padres (Sólo quiero veros allí)" de 1977, Keith Green expresó la incredulidad de la gente de Nazaret con esta letra:
¿No es Jesús? ¿No es el hijo de José y María?
¿No creció aquí mismo? ¡Ha jugado con nuestros hijos!
¿Qué? ¡Debe ser una broma! ¡Se cree un profeta!
Pero los profetas no crecen siendo niños,
¿verdad? De pequeños, ¿verdad?
Es imprescindible no pasar por alto el significado más profundo que encierran las referencias a "su propia tierra" y "su propia casa". Los israelitas como nación ("su propia tierra") y los judíos como pueblo ("su propia casa") rechazaban el mensaje y las pretensiones de Cristo, como habían rechazado a tantos profetas antes que Él. Jesús está empezando a insinuar la misión de Dios, en expansión y en la era de la Iglesia, de llegar a los gentiles (ver Efesios 6:19; Gálatas 3:14, 28; Romanos 11:13-24). Más tarde, Jesús haría algo más que una mera insinuación con esta orden a Sus discípulos, con la que culminaría el Evangelio: "Vayan, pues, y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (Mateo 28:19, NBLA). Si los judíos de su propia tierra no honraban al siervo de Dios, Él llevaría su mensaje de salvación a quienes lo creyeran y lo recibieran con gozo (Mateo 8:13; 9:2, 22, 28-29).
Al igual que el profeta Isaías, Jesús no tenía honor en su propia tierra ni entre su propio pueblo. "De oído oiréis, y no entenderéis; y viendo veréis, y no percibiréis. Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado, y con los oídos oyen pesadamente, y han cerrado sus ojos; para que no vean con los ojos, y oigan con los oídos, y con el corazón entiendan, y se conviertan, y yo los sane" (Mateo 13,14-15; cf. Isaías 6,9-10). El apóstol Juan confirma: "Vino a los de su propio pueblo, y hasta ellos lo rechazaron" (Juan 1:11, NTV).
En el Evangelio de Lucas, una turba de Nazaret responde airadamente al mensaje de Jesús en la sinagoga, expulsando a Jesús de la ciudad e intentando arrojarlo por un precipicio. Sin embargo, Jesús se escabulle tranquilamente (Lucas 4:29-30). Varias veces escapa de la muerte a manos de una turba enfurecida (Juan 8:59; 10:39). Con todo, los judíos consiguen finalmente el acto supremo de deshonra y rechazo al crucificar a su propio Salvador (Mateo 27:32-44).
La afirmación "No hay profeta sin honra, sino en su propia tierra", es algo que todo creyente debería tomarse a pecho. Puede que juzguemos al pueblo judío de la época de Jesús, pero nos olvidemos de considerar cómo nuestra familiaridad con un hermano o hermana en Cristo puede estar generando desprecio en nuestros propios corazones. ¿Presumimos de conocer tan bien a otro cristiano que no podemos oír el mensaje de Dios en sus palabras o reconocer la presencia de Dios en su ministerio? ¿Rechazamos al mismísimo siervo que Dios ha enviado para hacer una obra poderosa en nuestras vidas? ¿Estamos limitando el plan de Dios a causa de nuestra incredulidad?
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¿Qué significa "No hay profeta sin honra, sino en su propia tierra" (Mateo 13:57, NBLA)?