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Pregunta

¿Qué significa tener una prueba en el desierto?

Respuesta


Una "prueba en el desierto" suele entenderse como un período difícil en el que el creyente soporta incomodidades y pruebas. Las cosas agradables de la vida no se pueden disfrutar, o pueden estar ausentes por completo, y uno siente una falta de ánimo. Una "prueba en el desierto" suele ser un momento de mayor tentación y ataque espiritual. Puede implicar una sequía espiritual, financiera o emocional. Pasar por una "prueba en el desierto" no necesariamente significa que un creyente esté pecando; más bien, es un tiempo de prueba dispuesto por Dios.

Una "prueba en el desierto" se relaciona a menudo con una "experiencia en la cima de una montaña"; es decir, la lucha llega después de un éxito de algún tipo. El período de prueba viene después de un período de logros o realizaciones.

Hay varios ejemplos bíblicos de personas que soportan una "prueba en el desierto". El pueblo de Israel, al salir de Egipto, experimentó una liberación milagrosa a través del Mar Rojo. El triunfo de ser finalmente libres de la esclavitud fue su "experiencia en la cima de la montaña". Sin embargo, lo que siguió fue una travesía por el desierto. Fueron probados en un desierto real, y fracasaron en la prueba. Como resultado, su "prueba en el desierto" se prolongó durante cuarenta años.

Otros de los que se puede decir que tuvieron una "prueba en el desierto" son el profeta Elías (1 Reyes 19:1-9); el apóstol Pablo (Gálatas 1:17-18); y, por supuesto, el patriarca Job.

Jesús también tuvo una "prueba en el desierto". Después del bautismo de Jesús, "Y luego el Espíritu le impulsó al desierto. Y estuvo allí en el desierto cuarenta días, y era tentado por Satanás" (Marcos 1:12-13). La prueba de Jesús nos enseña algunos hechos importantes: 1) no es pecado ser tentado; 2) es la voluntad de Dios que nos lleguen tiempos de prueba: Jesús estaba "lleno del Espíritu Santo" cuando fue al desierto (Lucas 4:1); y 3) nunca estamos sin la gracia de Dios: Jesús pudo haber estado "con las fieras", pero también "los ángeles le servían" (Marcos 1:13).

En una "prueba en el desierto", un creyente puede luchar simplemente para sobrevivir día a día. Las cargas financieras, materiales, físicas o emocionales pueden presionarle. La carne clama por alivio. El creyente se ve obligado a esperar en el Señor, encontrar la paz y el gozo de Dios en medio de los problemas, y a través de todo ello madurar en su caminar con Cristo. Pablo ofrece este aliento para aquellos que "[tienen] este tesoro en vasos de barro, para que la extraordinaria grandeza del poder sea de Dios y no de nosotros. Afligidos en todo, pero no agobiados; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no destruidos. Llevamos siempre en el cuerpo por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo" (2 Corintios 4:7-10, NBLA). La razón de estas pruebas, dice Pablo, es "para que se vea que tan sublime poder viene de Dios y no de nosotros" (versículo 7, NVI).

El desierto es un lugar desagradable, carnalmente hablando. Naturalmente, queremos prosperidad, salud y tranquilidad. Pero el mismo Dios que creó el jardín también creó el desierto. Habrá tiempos de prueba y presión. Nuestra fe será puesta a prueba. Pero el Dios de la gracia saldrá a nuestro encuentro, incluso en el desierto. La misionera Amy Carmichael conocía esta verdad: "Las alturas desnudas de la soledad... un desierto cuyos vientos ardientes barren las arenas resplandecientes, ¿qué son para ÉL? Incluso allí puede refrescarnos, incluso allí puede renovarnos".

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