Pregunta
¿Cómo distinguimos un trastorno psicológico de una posesión demoníaca?
Respuesta
La respuesta corta a esta pregunta es que la Biblia no habla de distinguir entre la posesión de un demonio y un desorden psicológico. Puesto que Dios decidió no equipar a los cristianos para esta tarea, probablemente deberíamos asumir que esto no es algo que estemos llamados a hacer. Sin embargo, hay dos cosas que sabemos con seguridad por las Escrituras.
Primero, en la Biblia sabemos que los demonios pueden y poseen a aquellos que no pertenecen a Cristo, y la Escritura da algunos ejemplos de personas poseídas por demonios. De estas descripciones, encontramos algunos síntomas de influencia demoníaca, así como también entendemos cómo un demonio posee a una persona. En algunos de estos pasajes, la posesión de un demonio causa dolencias físicas (incapacidad para hablar, síntomas epilépticos, ceguera, etc.). (Mateo 9:32-33, Marcos 9:17-18)); en otros casos el demonio hace que la persona haga el mal (Judas es el ejemplo principal); en Hechos 16:16-18, el espíritu aparentemente le dio a una esclava cierta habilidad para saber cosas más allá de su propio conocimiento (un espíritu de adivinación); en el caso del endemoniado gadareno que estaba poseído por una multitud de demonios, tenía una fuerza sobrehumana, se cortó, andaba desnudo y vivía entre los sepulcros (Marcos 5:1-17). El rey Saúl, después de rebelarse contra el SEÑOR, se vio perturbado por un espíritu maligno (1 Samuel 16:14-15; 18:10-11; 19:9-10) con el aparente efecto de un estado de ánimo melancólico y un deseo cada vez mayor y la disposición de matar a David (el próximo rey de Israel ungido por Dios).
En segundo lugar, deberíamos estar muy agradecidos de saber que es imposible que un cristiano sea poseído por un demonio. En el creyente habita el Espíritu Santo de Dios que viene a residir en nuestros corazones cuando entregamos nuestras vidas a Cristo (2 Corintios 1:22). La descripción que se hace de un demonio en posesión como "malo" significa "inmundo" en el griego (Marcos 5:2), por lo tanto es imposible que el Espíritu Santo comparta Su morada con semejante criatura. Sin embargo, para aquellos que no tienen el Espíritu Santo, cualquier esfuerzo por "limpiar sus vidas", no impedirá que un demonio los posea o influya en ellos. La parábola que Jesús contó en Mateo 12:43 lo deja claro:
"Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo, y no lo halla. Entonces dice: Volveré a mi casa de donde salí; y cuando llega, la halla desocupada, barrida y adornada. Entonces va, y toma consigo otros siete espíritus peores que él, y entrados, moran allí; y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero". Jesús está enseñando aquí que somos incapaces de barrer y poner "en orden" nuestro propio corazón porque nuestro corazón es "engañoso...más que todas las cosas, y perverso" (Jeremías 17:9). Sólo Dios puede regenerarnos y crear en nosotros un corazón nuevo (Ezequiel 36:26) y hacernos nuevas criaturas en Cristo (2 Corintios 5:17).
Sin embargo, aunque los cristianos no pueden ser poseídos por un demonio, esto no debe confundirse con ser influenciados por uno. El apóstol Pedro es una ilustración de un creyente que fue influenciado por el diablo (Mateo 16:23). Esto puede ocurrir especialmente cuando no somos maduros en la fe y no estamos suficientemente involucrados en las disciplinas espirituales del estudio regular de las Escrituras y la oración.
Por último, una palabra para los sabios: algunas personas desarrollan una enfermiza fascinación por la actividad oculta y demoníaca. Esto no está bien, por no decir más. Si buscamos a Dios con nuestras vidas y nos vestimos con Su armadura y confiamos en Su fortaleza (no la nuestra) (Efesios 6:10-18), no tenemos nada que temer de los malvados, ¡porque Dios gobierna sobre todo! Cuando estamos en Cristo, y Él en nosotros, no tenemos nada que temer del maligno porque "mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo" (1 Juan 4:4).
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