Pregunta
¿Qué es un creyente?
Respuesta
En el Nuevo Testamento, la palabra creyente se utiliza para referirse a una persona que está convencida de que Jesús es el Mesías y el autor de la salvación. La palabra griega que normalmente se traduce como "creyente" o "creer" conlleva la idea de fidelidad y lealtad (Juan 20:27; Hechos 16:1; 2 Corintios 6:15). Un creyente es aquel que confía fielmente en Jesucristo.
Un creyente es aquel que ha recibido la verdad de que Jesucristo es el Hijo de Dios en su corazón, dando como resultado una nueva creación (Juan 1:12; 2 Corintios 5:17). Un creyente hace más que escuchar las palabras de Jesús y aceptar lo que Él dijo acerca de Dios; un creyente permite que la información lo cambie (ver Juan 2:23-24). La fe salvadora es más que la aceptación mental de los hechos relacionados con Cristo; implica arrepentimiento y compromiso sin reservas con Él. Los verdaderos creyentes son aquellos que escuchan la Palabra de Dios, la creen en sus corazones y reconocen el valor del mensaje hasta el punto de tomar sus cruces para seguir a Jesús (Lucas 9:23; 14:26-33).
En la Biblia, a los creyentes también se les llamaba discípulos. Un discípulo es alguien que busca activamente llegar a ser como aquel a quien admira. Los discípulos de Jesús estaban tan comprometidos con llegar a ser como Él que sus detractores empezaron a llamarlos "pequeños Cristos" o "cristianos" (Hechos 11:26). Puede que los incrédulos utilizaran el término como un insulto, pero ese nombre es el mayor cumplido que pueden recibir los creyentes. Nuestro objetivo como creyentes es ser "pequeños Cristos" en nuestras palabras, acciones y valores (Romanos 8:29).
Lamentablemente, el término cristiano ha perdido la mayor parte de su significado en nuestro mundo secular. Ha llegado a significar la preferencia religiosa de uno, similar a budista, musulmán o ateo. Hoy en día, muchas personas se llaman a sí mismas "cristianos" o "creyentes", pero la etiqueta tiene más que ver con la cultura o la educación que con la verdadera fe en Cristo. No era así en el siglo I. Los creyentes vivían de forma muy diferente a sus compañeros no creyentes. Podían tener un pasado perverso, pero habían sido redimidos y transformados por el poder del Espíritu Santo (1 Corintios 6:9-11). No había beneficios culturales por ser creyente. Creer en Jesús de Nazaret como el Mesías prometido a menudo significaba persecución, rechazo e incluso la muerte (Hechos 8:1; 1 Tesalonicenses 3:7; 2 Corintios 4:8-10).
Los creyentes "[buscan] primeramente el reino de Dios y su justicia" (Mateo 6:33). Esta fe suele tener un alto coste relacional, social, económico e incluso físico. Jesús advirtió a los futuros creyentes que "calcularan el coste" de seguirle (Lucas 14:25-33). Pablo advirtió que "todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús, serán perseguidos" (2 Timoteo 3:12, NBLA). Los creyentes de todo el mundo están sufriendo ahora mismo por su fe, al igual que Pablo y los demás apóstoles. Incluso en naciones que una vez fueron libres, los creyentes se enfrentan a una creciente hostilidad hacia el ejercicio de su fe.
Un creyente tiene muchas promesas de Dios para consolarlo, animarlo y motivarlo a un mayor servicio. Un creyente ha experimentado el nuevo nacimiento: "Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios" (1 Juan 5:1). Un creyente tiene una relación con Dios que lo libera de su vieja vida de culpa, vergüenza y pecado (Juan 8:36; Romanos 8:2). Un creyente experimenta un amor sin igual y recibe el poder para amar a los demás (Juan 10:11; Romanos 5:8; 1 Juan 4:11). El creyente tiene acceso a la presencia de Dios y a la comunión con el Espíritu Santo, que lo consuela, lo protege, lo conduce y lo guía (Efesios 2:13, 18; Hebreos 4:16; Juan 14:16-18).
Jesús dijo: "Entren por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y amplia es la senda que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella. Pero estrecha es la puerta y angosta la senda que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan" (Mateo 7:13-14, NBLA). Los creyentes son aquellos que han encontrado el camino estrecho que conduce a la vida y permanecen firmemente en él, sin importar quién o qué se les oponga (Juan 8:31; 2 Juan 1:9).
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