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Pregunta

¿Qué nos dice Deuteronomio 10:12 que Dios requiere de nosotros?

Respuesta


Cuando Israel se reunió al otro lado del río Jordán de la Tierra Prometida, Moisés hizo una pregunta al pueblo: "Y ahora, Israel, ¿qué requiere de ti el Señor tu Dios, sino que temas al Señor tu Dios, que andes en todos Sus caminos, que lo ames y que sirvas al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, y que guardes los mandamientos del Señor y Sus estatutos que yo te ordeno hoy para tu bien?" (Deuteronomio 10:12-13, NBLA).

La fidelidad del pacto de Dios hacia Su pueblo vino con una expectativa de reverencia, amor y obediencia. Sin embargo, estas cosas que Dios pedía estaban diseñadas para el propio bien del pueblo.

Temerle

El concepto de temer a Dios se entiende mejor como reverencia y asombro. En el hebreo original, la palabra traducida como "temer" significa "mirar con sentimientos de respeto; considerar santo y exaltado, tener temor". Temer al Señor implica una conciencia profunda de lo que Dios odia, es decir, el pecado y la maldad (Deuteronomio 12:31; 16:22; Salmo 5:4-6; Proverbios 6:16-19). Incluye comprender la santidad de Dios (Josué 24:19; Salmo 99:9), Su juicio sobre el pecado (Isaías 26:21; Salmo 99:8) y Su disciplina sobre los creyentes que pecan (Hebreos 12:5-11).

El apóstol Pablo describió el temor al Señor como aborrecer lo malo y seguir a lo bueno (Romanos 12:9). Dios quiere que evitemos Su disciplina y vivamos nuestras vidas de una manera que le sea agradable.

Andar en todos Sus caminos

La palabra andar en Deuteronomio 10:12 habla de cómo vivimos y nos comportamos. La frase andar en obediencia a él conlleva la idea de andar "en todos Sus caminos" (NBLA) y vivir "de la manera que le agrada" (NTV). Dios quiere que sigamos Su ejemplo en todos los sentidos: santidad, amor y servicio. Jesús explicó: "Y, dado que yo, su Señor y Maestro, les he lavado los pies, ustedes deben lavarse los pies unos a otros. Les di mi ejemplo para que lo sigan. Hagan lo mismo que yo he hecho con ustedes" (Juan 13:14-15, NTV; ver también Mateo 10:38).

El apóstol Juan enseñó: "Los que dicen que viven en Dios deben vivir como Jesús vivió" (1 Juan 2:6, NTV). Pablo sugirió: "deberían imitarme a mí, así como yo imito a Cristo" (1 Corintios 11:1, NTV).

Amarle

Dios exige nuestro amor. Jesús dijo: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento" (Mateo 22:37-38). Todos los demás requisitos y mandamientos se derivan de nuestro amor a Dios.

La Escritura dice que Dios puso Su amor leal en Israel (Deuteronomio 7:7-8). Él siempre da el primer paso, pero invita a que le respondamos con amor (1 Juan 4:19). Jesús nos llama a amar "al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas" (Marcos 12:30). Nuestro amor por Dios no es tibio, sino que lo anhelamos como el ciervo silvestre anhela las corrientes de agua (Salmo 42:1).

Servirle de todo corazón

El amor genuino a Dios se expresa a través del servicio (1 Corintios 13:1-13). Jesucristo, nuestro ejemplo, fue el siervo por excelencia (Mateo 20:28). Servir a Dios no es una obligación impuesta, sino una respuesta libre, natural y llena de gozo al amor que Dios nos ha brindado (1 Juan 4:9-11). El amor sirve, no como un siervo, sino como alguien que está enamorado.

Guardar Sus mandamientos

Cuando cumplimos los mandamientos del Señor, demostramos nuestro amor por Él (Juan 14:15; 1 Juan 5:2-3) y le mostramos nuestra fidelidad (1 Juan 2:3-5). Además, el Señor nos pide que obedezcamos Sus mandamientos por nuestro bien: "Los preceptos del Señor son rectos, que alegran el corazón; El mandamiento del Señor es puro, que alumbra los ojos" (Salmo 19:8, NBLA; ver también Juan 13:17).

La pregunta de Deuteronomio 10:12, "¿Qué requiere de ti el Señor tu Dios?", es muy parecida a la de Miqueas 6:8: "¿Y qué es lo que demanda el Señor de ti, sino solo practicar la justicia, amar la misericordia, y andar humildemente con tu Dios?". Ambos pasajes pretenden mostrar que una profesión de fe que no procede de un corazón de amor genuino y devoción a Dios no es fe en absoluto.

En resumen, lo que Dios requiere de nosotros es todo nuestro corazón. Pero ya que le debemos a Dios nuestras propias vidas, lo que Él desea de nosotros parece de menor importancia, especialmente porque Sus requisitos están todos diseñados teniendo en cuenta nuestros mejores intereses.

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