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Pregunta

¿Qué significa ser una raíz de tierra seca (Isaías 53:2)?

Respuesta


Isaías 53 es una de las profecías mesiánicas más profundas por su lista de detalles que se cumplieron indiscutiblemente en Jesucristo. Uno de esos detalles se encuentra en el versículo 2: "Subirá cual renuevo delante de él, y como raíz de tierra seca; no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos" (Isaías 53:2).

Isaías usa la metáfora "raíz de tierra seca" para enfatizar las condiciones desfavorables en las que aparecería el Mesías y la falta de atractivo físico que tendría. Él no encajaría con el estereotipo de los líderes judíos anteriores: no era guapo como David (1 Samuel 16:12) ni alto e imponente como Saúl (1 Samuel 9:2). Una raíz seca en la tierra estéril no parece tener muchas posibilidades; no parece tener vida en absoluto. Sin embargo, Dios puede hacer que un bulbo latente produzca una belleza increíble. A eso se refiere Isaías cuando compara al Mesías venidero con una raíz que brota de tierra seca.

El Señor vino a la tierra "semejante a los hombres" (Filipenses 2:5–8). No llegó a un palacio ni hizo su aparición entre la élite religiosa. Vino sin pompa ni circunstancia; más bien, Su venida fue como el lento crecimiento de una planta descuidada. Dios envió a Su Hijo a una campesina (Lucas 1–2) en una región de Galilea que no era conocida por producir grandeza (Juan 1:46). El Hijo tomó la forma de un hombre común para identificarse con nosotros en nuestras debilidades (Hebreos 4:15). Jesús fue en gran medida pasado por alto por Su propio pueblo (Juan 1:11–12), tan despreciado como una raíz de tierra seca. Incluso cuando comenzó Su ministerio de enseñanza, los que lo escuchaban estaban perplejos porque pensaban que solo era el "hijo del carpintero" (Mateo 13:55).

La nación judía esperaba un Mesías que mostrara la gloria de Dios, reuniera al pueblo y, demostrando Su poder, los llevara a una magnífica victoria sobre los romanos para traer una era de paz y prosperidad. Pero no fue así. Tomando prestada la metáfora de Isaías, el Mesías no vino como una planta lujosa y bien regada, brotando de un suelo rico y fértil; más bien, vino como una planta reseca y marchita luchando por salir de las áridas arenas del desierto. Sus expectativas no se cumplieron. Una vez que lo vieron cara a cara, el Mesías les pareció más bien debilitado e inútil.

Jesús no vino para ser honrado y establecer el reino. Jesús vino para ser humillado y para "dar su vida en rescate por muchos" (Mateo 20:28). Tenía que ocuparse del problema del pecado antes de poder traer a la gente al reino. Su propio pueblo lo rechazó (Juan 1:11), sin embargo, como tantas raíces que parecen muertas e inútiles, Jesús tenía vida dentro de Él (Juan 11:25), y Él trajo nueva vida a todos los que creían en Él (Juan 14:6). Él proporcionó el tipo de vida que las personas no pueden obtener por sí mismas. La "raíz de tierra seca" resultó ser la raíz más hermosa, más gloriosa y más vivificante. Todos los que permanecen en Él producen su propio fruto (Juan 15:1–8).

Isaías también escribe sobre la gloria futura del Mesías: "Acontecerá en aquel tiempo que la raíz de Isaí, la cual estará puesta por pendón a los pueblos, será buscada por las gentes; y su habitación será gloriosa" (Isaías 11:10). La raíz de tierra seca parecía inútil, y lo mataron (Lucas 24:20). Sin embargo, cuando resucitó de entre los muertos, demostró que contenía más vida de la que nadie había imaginado, y sigue ofreciendo esa misma vida a todos los que confían en Él (Juan 3:16–18).

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