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Pregunta

¿Qué significa que el reino de Dios no vendrá con advertencia (Lucas 17:20)?

Respuesta


Al final del Antiguo Testamento, los israelitas esperaban la venida del Mesías y el establecimiento del reino de Dios en la tierra. Los israelitas creían que el establecimiento de este reino resultaría en su independencia política: el Mesías quitaría el yugo de Roma a los israelitas. La declaración de Jesús, "El reino de Dios no vendrá con advertencia" (Lucas 17:20) fue en respuesta a la pregunta de un fariseo sobre cuándo vendría el reino (versículo 20). La respuesta de Jesús fue impactante para su audiencia porque iba en contra de siglos de anticipación de un reino que viniera con advertencia.

El Nuevo Testamento comienza con Juan el Bautista anunciando que el reino de Dios está cerca (Mateo 2:2). Jesús, el Rey, comienza Su ministerio también anunciando que el reino de Dios está cerca (Mateo 4:17). Jesús realiza señales y milagros que prueban Su declaración y revelan quién es Él (Mateo 8:14-17; 9:1-8). Incluso cuando Jesús presenta las pruebas y cumple las profecías sobre el Mesías, es rechazado por Israel (Mateo 21:42; Lucas 9:22; Marcos 8:31; ref. Mateo 12:22–29). Este rechazo de Jesús conduce a Su muerte, resurrección y ascensión. Nuevamente, el pueblo de Dios quedó esperando la venida de Cristo como Rey (Apocalipsis 19:11–19). Un día, Él establecerá Su reino en la tierra (Apocalipsis 20:1–7).

En Lucas 17:20, cuando Jesús dice que "El reino de Dios no vendrá con advertencia", está indicando que el reino no será precedido por señales que se puedan observar. El reino de Dios no sería inaugurado con espectáculo o esplendor. Contrario a la opinión popular, no habría un gran y magnífico líder que reclamara una zona geográfica y derrotara a los romanos; más bien, el reino llegaría en silencio y sin que nadie lo viera, como la levadura en la masa de pan (ver Mateo 13:33). De hecho, Jesús dice que el reino ya había comenzado, delante de las narices de los fariseos: "Nunca podrán decir: "¡Aquí está!" o "¡Está por allí!", porque el reino de Dios ya está entre ustedes" (Lucas 17:21 − NTV). Dios ya reinaba en los corazones de los creyentes, y el Rey mismo estaba entre ellos, aunque los fariseos no se dieran cuenta.

La primera venida de Jesús estuvo acompañada de señales, milagros y maravillas, pero nunca buscó la atención pública. Su segunda venida será diferente. Jesús fue rechazado durante Su primera venida, pero reinará en la segunda. El establecimiento del reino ha sido pospuesto y se cumplirá en una fecha posterior (Lucas 19:11–27; Apocalipsis 19:11—20:6). Jesús describió la naturaleza de Su regreso como repentino y obvio: "Porque como el relámpago que al fulgurar resplandece desde un extremo del cielo hasta el otro, así también será el Hijo del Hombre en su día" (Lucas 17:24).

Los líderes judíos de la época de Jesús estaban en lo cierto al creer que, cuando Jesús establezca el reino de Dios en la tierra, será físico y victorioso. Jesús gobernará desde Jerusalén en el trono de David (Salmo 110:1–2; 2 Samuel 7:16). Sin embargo, ignoraron profecías como la de Isaías 53 sobre el rechazo y el sufrimiento de Jesús.

Los fariseos esperaban que el Mesías fuera un rey conquistador que entrara en Jerusalén con grandeza y un gran despliegue de poder. Lo que obtuvieron no fue gran cosa: un hombre común y corriente, "humilde, y cabalgando sobre un asno" entrando en Jerusalén (Zacarías 9:9; cf. Mateo 21:1–11). El reino había llegado, pero sin advertencia.

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