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Pregunta

¿Cómo puedo vencer la resistencia al cambio?

Respuesta


El cambio puede ser una de las cosas más estresantes de la vida, incluso cuando el cambio es algo que se desea. La resistencia al cambio es natural en la naturaleza humana. De hecho, hay un dicho en neurociencia que dice que "las neuronas que se activan juntas, se conectan juntas". Esto significa que cuanto más hacemos algo, más se convierte no solo en un hábito, sino en algo biológicamente arraigado. Ayuda a explicar por qué el cambio requiere tanto esfuerzo y por qué tenemos una resistencia natural al cambio.

Por supuesto, sabemos que el cambio es inevitable. Nos enfrentamos al cambio a medida que maduramos, a medida que nuestros cuerpos envejecen y al interactuar con el mundo. También sabemos que el cambio, en la vida cristiana, es recomendable. De hecho, es el plan de Dios para nosotros. Él hace nuevas todas las cosas (Apocalipsis 21:5), y lo viejo pasa a la historia. Queremos parecernos más a Cristo; queremos cambiar. Segunda de Corintios 4:16 dice: "el interior no obstante se renueva de día en día". Cuando nos sometemos a Dios, se producen buenos cambios. Entonces, ¿cómo superamos nuestra resistencia al cambio?

Resistencia al cambio: la perspectiva es clave.

Podemos reducir nuestra resistencia al cambio manteniendo una perspectiva divina de la vida. La obra de renovación de Dios en nosotros se compara con la del fuego del refinador (Zacarías 13:9; Malaquías 3:2; Isaías 48:10; 1 Pedro 1:7) y con las tijeras de podar de un jardinero (Juan 15:2). El proceso de refinado o poda tiende a ser desagradable, y por eso nos resistimos. Sin embargo, el resultado del fuego del refinador es un metal precioso purificado. El resultado de la poda es una cosecha más abundante. Si confiamos en que Dios está obrando a través de los cambios y que su deseo es santificarnos, entonces podemos someternos de buena gana. Esta perspectiva es lo que trajo paz a Job en Job 23:10.

Reconocemos la obra del fuego del refinador o de las tijeras del jardinero. Por lo general, podemos identificar los rasgos de carácter que Dios está construyendo en nosotros o eliminando de nosotros; por ejemplo, es fácil saber cuándo está desarrollando nuestra paciencia. Y hay momentos en los que sentimos la convicción del Espíritu Santo y trabajamos con Dios para hacer cambios en nosotros mismos. A medida que nos rendimos al Espíritu, comenzaremos a superar nuestra resistencia natural al cambio.

Pero, ¿qué pasa con los cambios indeseables? No tenemos control sobre ellos, no los queremos, pero ocurren de todos modos. Perdemos un trabajo o nos enfermamos crónicamente. Un amigo se muda. Un líder de la iglesia renuncia. Nuestra resistencia a este tipo de cambios está aún más arraigada. El resultado final de estos cambios puede no ser obvio. Es en estos momentos cuando Romanos 8:28 se convierte en un fundamento firme. Sabemos que Dios está haciendo todas las cosas según su propósito, y sabemos que Su propósito siempre es bueno. Así que podemos confiar en que Él está utilizando incluso los cambios indeseables para nuestro beneficio. Puede ser que una enfermedad nos acerque más a Dios o una enfermedad acerque más a nuestra familia. Puede ser que Dios tenga un nuevo llamado para una nueva etapa de la vida.

Es tentador tomar prestado de Star Trek y concluir que "resistirse es inútil", porque el cambio va a suceder, pase lo que pase. Ajustarse al cambio parece ser menos doloroso que resistirse a él. No obstante, hay formas de superar nuestra resistencia al cambio y de aceptarlo en lugar de simplemente aguantarnos. Hablar con Dios sobre nuestra lucha es fundamental para tener una perspectiva saludable. Los Salmos son un hermoso ejemplo de lo honestos que podemos ser con Dios. Podemos hacerle saber de nuestros problemas y compartir con Él nuestro disgusto por el cambio. Expresar gratitud es otra buena estrategia para vencer nuestra resistencia al cambio. Una vez más, el libro de los Salmos ofrece excelentes ejemplos de lo que significa ser agradecido en medio de la lucha y el descontento. Cuando alabamos a Dios, reajustamos nuestro enfoque y recordamos que Él tiene el control. Él no cambia, pero está ahí en medio de nuestros cambios.

El crecimiento requiere cambio; nuestra resistencia al cambio podría ser en realidad una resistencia al crecimiento. Así que, cuando se produzca un cambio, considéralo simplemente como una etapa de crecimiento. Cuando nuestra naturaleza humana proteste contra el cambio y pida resistirse, recuerda que Dios no ha cambiado. Él está planeando algo bueno.

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