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Pregunta

¿Cuáles son los senderos antiguos de Jeremías 6:16 (NBLA)?

Respuesta


Menos de veinte años antes de que Nabucodonosor, rey de Babilonia, invadiera por primera vez Judá y Jerusalén, Dios dijo al pueblo, por medio de Jeremías, que el juicio se acercaba y era seguro; en aquel momento era inevitable. Dios había advertido repetidamente al pueblo revelando Su verdad a través de los diversos profetas, y había dicho al pueblo de Israel y Judá que buscaran los senderos antiguos que Dios había proporcionado (Jeremías 6:16). Lamentablemente, el pueblo no hizo caso de esas exhortaciones y, en lugar de ello, se apartó de lo que Dios había dicho: rechazó esos senderos antiguos y, por el contrario, recorrió un camino que mereció y acabó recibiendo el juicio de Dios a manos de los babilonios.

Siglos antes, Dios había hecho un pacto con Israel a través de Moisés. El Pacto Mosaico era un acuerdo entre Dios y el pueblo según el cual, si el pueblo obedecía la ley que Dios le había dado, se le permitiría vivir en la tierra de Canaán y ser bendecido. Ahora bien, en vez de obedecer a Dios, se apartaron para seguir a otros dioses y cometieron toda clase de idolatrías. El pacto se había incumplido, y en tiempos de Jeremías había llegado el momento de atenerse a las consecuencias. El pueblo había rechazado los senderos antiguos (los senderos establecidos en la ley de Moisés), apartándose de la Palabra de Dios.

Como la nación se alejaba cada vez más de Dios y de Sus senderos antiguos, Dios aumentó esos senderos antiguos, enviando mensajeros para animar al pueblo a volver a Dios. Se enviaron profeta tras profeta, pero el pueblo seguía apartándose. Así que Dios trajo el juicio. El reino de Israel se dividió (en 931 a.C.) tras el gobierno de Salomón. El reino del norte de Israel estaba tan corrompido que fue juzgado primero, siendo derrotado a manos de los asirios hacia el año 722 a.C. Aun así, los que quedaron no hicieron caso de los senderos antiguos ni de las palabras de Dios a través de los profetas. Por eso Dios envió a Jeremías a anunciar la certeza del juicio venidero para el reino del sur de Judá. Jeremías fue testigo de la llegada de ese juicio cuando Nabucodonosor de Babilonia invadió en 605 y 597 a.C. y acabó destruyendo el templo y la ciudad de Jerusalén en 586 a.C.. Los supervivientes fueron exiliados a territorios babilónicos.

A través de Jeremías, Dios preanunció que el juicio venidero era cierto e inevitable. Cuando Dios comunicó aquella inquietante noticia, enumeró las acusaciones contra el pueblo, entre ellas que les había rogado que se mantuvieran al margen y siguieran los senderos antiguos. Ese era el camino correcto, y ese era el camino del descanso para sus almas. Sin embargo, se negaron a buscar o a caminar por aquellos senderos antiguos (Jeremías 6:16). No prestaron atención a la Palabra de Dios, ni la siguieron.

A causa de la obstinada negativa de Judá a volver a los senderos antiguos, Dios dijo que traería el desastre prometido, no como una expresión arbitraria de ira, sino como fruto de los planes del pueblo (Jeremías 6:19). El juicio sería justo y merecido. Con todo, incluso al anunciar ese juicio, Dios también predijo que un día restauraría la nación, liberándola y redimiéndola bajo un nuevo pacto. Él sería su libertador a pesar de su infidelidad en el pasado (Jeremías 31:31ss). Incluso en el juicio, Dios muestra Su gracia: los senderos antiguos tienen mucho que decir sobre esa gracia.

Así como el pueblo de Israel se enfrentó a la elección de seguir o no los senderos antiguos de Dios, nosotros nos encontramos en una encrucijada. En esos senderos antiguos, Dios nos llama a reconocerle (Proverbios 3), a verle como nuestro Dios y a tratarle como es debido (Eclesiastés 12). Esos senderos antiguos explican nuestro extravío y nuestra necesidad de un salvador (Isaías 64:6), y también cómo Dios nos proveyó de ese Salvador (Isaías 53). Estos senderos antiguos nos muestran que el camino hacia la redención es sencillo: creer en Él (Génesis 15:6; Habacuc 2:4), y que Él es fiel a todos los que creen (Salmo 37:25). En los últimos capítulos (lo que llamamos el Nuevo Testamento) de Su Palabra revelada, recibimos muchos más detalles y orientaciones específicas sobre cómo Dios ha obrado y está obrando. Esos capítulos son la prueba de que los senderos antiguos no son arcaicos, inaccesibles o irrelevantes. Al contrario, son en realidad una luz para nuestro camino (Salmo 119:105).

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