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Pregunta

¿Qué significa que somos templo de Dios (1 Corintios 3:16)?

Respuesta


En 1 Corintios 3:16-17, el apóstol Pablo dio con la verdadera naturaleza de la iglesia como cuerpo de Cristo cuando preguntó: "¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es".

El que somos el templo de Dios significa que nosotros—los cristianos, los creyentes en Jesucristo—que estamos unidos en una familia como "la iglesia" somos una morada santa para la presencia de Dios.

La palabra griega traducida como "vosotros" en los versículos 16 y 17 es plural. Así que cuando Pablo dijo: "el templo de Dios, el cual sois vosotros", se refería a los creyentes como grupo: la iglesia local. El templo de Jerusalén era un edificio sagrado dedicado a la adoración de Dios. Según Pablo, la iglesia era el equivalente del templo. La presencia de Dios habitaba en la iglesia, y la iglesia debía mantener la santidad.

Este pasaje forma parte de una enseñanza más extensa sobre cómo mantener la unidad y no dejar que la iglesia se divida por motivos de lealtad a un liderazgo humano (1 Corintios 3:1-23). El carácter sagrado de la casa de Dios requiere un cuidado extremo por parte de los líderes de la iglesia. Los líderes de Corinto debían preservar la unidad del templo de Dios, y los creyentes debían evitar cualquier corrupción moral que pudiera "profanar" el carácter sagrado del "templo de Dios".

Desde el principio de la humanidad, Dios ha deseado vivir entre Su pueblo y estar en comunión con él. En el Jardín del Edén, Dios caminó y habló con Adán en Eva al aire fresco del día (Génesis 3:8). Cuando hizo Su pacto con Israel, el Señor prometió: "Pondré mi morada en medio de vosotros... andaré entre vosotros, y yo seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo" (Levítico 26:11-12).

Mientras los israelitas vagaban por el desierto, Dios quiso habitar un lugar con Su pueblo (Éxodo 25:8). En aquella época, el pueblo vivía en tiendas transportables, por lo que la presencia de Dios habitaba en la tienda del tabernáculo de reunión (Éxodo 27:21; 40:34-38). Su presencia era la fuerza que guiaba al pueblo y le indicaba cuándo se debía quedar quieto y cuándo debía levantar las estacas y continuar su viaje (Éxodo 40:34-38). Más tarde, después de que el pueblo hebreo entrara en la Tierra Prometida y viviera en moradas fijas, Dios fijó Su nombre a un lugar, santificando el templo de Salomón como la santa morada del Señor (1 Reyes 8:10-11).

En el Nuevo Testamento, la presencia de Dios se manifestó de una nueva forma: en la persona de Jesucristo, el Logos, que es la Palabra de Dios viva, encarnada y eterna (Juan 1:1-4, 14-18). El Logos tomó carne humana y estableció Su morada entre nosotros. A través de la vida y el ministerio de Jesucristo, Dios vivió entre Su pueblo. Su nombre es Emmanuel, que significa "Dios con nosotros" (Isaías 7:14; Mateo 1:21-23).

Jesucristo se convirtió en el nuevo templo terrenal de Dios (Juan 2:21). "Pues en Cristo habita toda la plenitud de Dios en un cuerpo humano", dice Colosenses 2:9 (NTV; ver también Colosenses 1:19). La imagen completa del Dios invisible se revela en Jesús, nuestro Salvador (Colosenses 1:15). Sin embargo, Cristo es solo la entrega inicial de la presencia permanente de Dios.

Hoy, la iglesia del Nuevo Testamento—el cuerpo de creyentes que se reúnen en el nombre de Jesús—constituye el templo del Espíritu Santo de Dios (1 Corintios 3:16). Jesús dijo: "El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él" (Juan 14:23).

Pablo también enseñó a los efesios que, como miembros de la casa de Dios, la Iglesia está "[edificada] sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu" (Efesios 2:20-22).

La Iglesia de Jesucristo es un templo espiritual hecho de "piedras vivas... edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo" (1 Pedro 2:5). No solo es la iglesia en su conjunto o como cuerpo local la morada de la presencia de Dios, sino que los creyentes individualmente también han de considerarse templo del Espíritu Santo de Dios (1 Corintios 6:19; cf. 2 Corintios 6:16, NTV).

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