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Pregunta

¿Por qué Dios juzgó tan severamente el pecado de Acán?

Respuesta


La historia del pecado de Acán y el castigo de Dios se encuentra en Josué 7. Acán era un israelita que luchó en la batalla de Jericó con Josué. Dios había ordenado a los israelitas que destruyeran toda la ciudad de Jericó a causa de su gran pecado. Solo Rahab la ramera y su casa se salvaron porque había escondido a los espías israelitas (Josué 6:17). Dios ordenó además que, a diferencia de la mayoría de las victorias en las que se les permitía a los soldados llevarse el botín, los israelitas no debían llevarse nada de Jericó. Todo en ella era "anatema" o "consagrado a la destrucción". Dios advirtió que cualquiera que tomara botín de Jericó, haría "maldito el campamento de Israel y traigan desgracia sobre él" (Josué 6:18-19, NBLA). Los israelitas obedecieron, excepto Acán, que robó un hermoso manto y algo de oro y plata, y escondió estas cosas en su tienda.

Su pecado fue descubierto, por supuesto (Números 32:23). Dios ordenó que Acán y toda su familia y todas sus posesiones fueran destruidas, un castigo que hoy nos parece excesivamente duro. ¿Cómo debemos entender este terrible acto de Dios? Hay varias razones que explican el severo castigo que Dios impuso a Acán. Para empezar, el pecado de Acán afectó a toda la nación de Israel. En Josué 7:1 Dios dice que "los hijos de Israel" actuaron con infidelidad y que su ira ardía "contra los hijos de Israel". La nación en su conjunto estaba en una relación de pacto con Dios y, cuando un miembro transgredía ese pacto, la relación de toda la nación con Él quedaba dañada. El pecado de Acán contaminó a los demás miembros de la comunidad, así como a él mismo. Una situación similar se observa en el pecado de Adán y Eva y su efecto sobre toda la humanidad. La rebelión de Adán y Eva destruyó la comunión perfecta que la raza humana habría disfrutado con Dios.

Además, el pecado de Acán hizo que la bendición de Dios sobre los israelitas fuera retenida en su siguiente batalla contra la ciudad de Hai, y los israelitas "huyeron delante de los de Hai. Y los de Hai mataron de ellos a unos treinta y seis hombres" (Josué 7:4-5). Treinta y seis hombres que no estaban implicados en el pecado de Acán murieron a causa del pecado de Acán. Robó lo que estaba "consagrado a la destrucción" y así trajo la destrucción sobre otros. Dios le explicó a Josué: "Por esto los hijos de Israel no podrán hacer frente a sus enemigos, sino que delante de sus enemigos volverán la espalda, por cuanto han venido a ser anatema" (Josué 7:12; ver también 22:20). Nos engañamos si pensamos que nuestro pecado solo nos afecta a nosotros. La desobediencia trae la ruina incluso a los inocentes. Los efectos del pecado van más allá del pecador inicial.

Además, el oro y la plata que robó Acán se los robó a Dios mismo. Los metales preciosos iban a ser añadidos al tesoro del Señor y, al robarlos, Acán robó directamente a Dios. La desobediencia de Acán también fue un insulto a la santidad de Dios y a Su derecho a mandar a Su pueblo de la manera que Él considere oportuna. Aun así, Dios le dio a Acán una noche para reflexionar sobre su pecado y acercarse a Él en arrepentimiento (Josué 7:13). Sin embargo, Acán no aprovechó la misericordia y la paciencia de Dios. El oro y la plata que Acán codiciaba tuvieron una mayor atracción sobre su lealtad. ¿No es de extrañar que, ante semejante insulto, Dios decidiera destruirlo?

Pero, podríamos preguntarnos, ¿por qué Dios destruyó también a la familia de Acán? La Biblia no nos da las razones exactas de Dios para destruir a la familia de Acán, aunque Proverbios 15:27 sí dice que "El avaro causa mucho dolor a toda la familia" (NTV). En el caso de Acán, todo lo que podemos hacer es especular. Tal vez fue una lección objetiva para el resto de la nación, una lección que aprendieron después de la rebelión de Coré (Números 16) pero que necesitaba ser reforzada. Tal vez los hijos de Acán ya habían empezado a mostrar los rasgos de su padre de codicia, desobediencia y falta de respeto por los mandatos de Dios. Lo más probable es que en realidad hubieran ayudado a Acán a esconder las cosas y fueran, de hecho, cómplices del crimen.

No hay forma de conocer todas las razones de Dios para lo que nos parece Su duro castigo a Acán y a su familia. No siempre nos explica Sus razones, ni tiene por qué hacerlo. La historia de Acán y muchos otros relatos bíblicos nos dan suficiente información para comprender que Dios es santo y que no se le puede desobedecer sin arriesgarse a sufrir graves consecuencias.

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