Pregunta
Las necesidades del mundo me abruman. ¿Acaso soy demasiado sensible?
Respuesta
La sensibilidad ante las necesidades del mundo es una señal saludable de que no estás completamente absorto en ti mismo. El dolor, el hambre, la tristeza y la tragedia son sucesos habituales en este mundo que una vez fue perfecto, y que ahora está devastado por los efectos del pecado (Génesis 3:16-19). Con la invención del satélite y de Internet, nos bombardean con información de todo el mundo en tiempo real, y nuestras respuestas a las necesidades que vemos pueden variar desde la apatía hasta la ansiedad y la desesperanza. La apatía no es una opción para un cristiano, pero tampoco lo son la ansiedad o la desesperanza. Queremos seguir siendo sensibles a las necesidades y ser conscientes de las luchas desesperadas en el mundo, pero también debemos aprender a establecer límites emocionales para nosotros mismos. Sin esos límites, podemos deprimirnos o enfadarnos. Queremos ser sensibles a las necesidades sin dejarnos abrumar por ellas. Queremos lamentarnos por la condición del mundo sin perder la esperanza.
Jesús debe ser siempre nuestro modelo. Podemos fijarnos en Sus años en la tierra para ver cómo se las arregló para vivir en un mundo lleno de necesidades. Su corazón era sensible: "Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor" (Mateo 9:36). La Biblia registra dos veces que Jesús lloró: lloró en la tumba de Lázaro (Juan 11:35) y lloró por el pecado obstinado de Jerusalén (Lucas 19:41-42). Su corazón era tierno, y ver los efectos de la muerte y el pecado le conmovió hasta las lágrimas. Sin embargo, Jesús no se dejó abrumar. Vio la magnitud del problema, pero no se dejó llevar por la ansiedad ni se hundió en la depresión. Sabía quién era y por qué estaba aquí. Había venido a la tierra con una misión (Lucas 9:51). No estaba simplemente triste por la condición humana; tenía compasión e hizo algo al respecto (Marcos 1:38; Lucas 4:43; 2 Corintios 5:21).
Pablo es otro ejemplo de alguien que era sensible a las necesidades que le rodeaban. Derramó su vida como una ofrenda para el beneficio de los demás (Filipenses 2:17; 2 Timoteo 4:6). En Romanos 9:2, Pablo expresa su pesar por la condición perdida de sus hermanos hebreos. Los corintios, en particular, le entristecían con su inmadurez y carnalidad, y les expresó su pesar: "Porque por la mucha tribulación y angustia del corazón os escribí con muchas lágrimas, no para que fueseis contristados, sino para que supieseis cuán grande es el amor que os tengo" (2 Corintios 2:4). Las necesidades del mundo a menudo causaban dolor a Pablo, pero no era un dolor impotente. Fue llamado por Dios para ser predicador de los gentiles (Romanos 15:16), e hizo fielmente lo que pudo para promover el evangelio de la verdad.
Es bueno ser sensible a las necesidades del mundo (Proverbios 14:21; 19:17). Una de las características de los malvados es su "insensible corazón" (Salmo 17:10, NBLA). Ahora bien, nuestra sensibilidad debe conducir a una acción positiva. Las necesidades del mundo, por muy importantes que sean, pueden abrumarnos cuando permanecemos inmóviles en nuestro dolor. Hacemos clic en historias de tragedias, sentimos un dolor en nuestro corazón, pero no hacemos nada. Como las necesidades parecen tan abrumadoras, no podemos imaginar que podamos hacer algo al respecto, así que no hacemos nada. Sin embargo, tomar algún tipo de acción pone nuestro dolor a trabajar. Abundan las organizaciones humanitarias cristianas que se dedican a los mismos problemas que atormentan nuestros corazones. Al servir, dar y apoyar las manos y los pies de Jesús en la tierra, podemos canalizar la confusión interior hacia la productividad exterior.
No podemos resolver todos los problemas del mundo, pero podemos ayudar a alguien. Puede que no seamos capaces de acabar con el hambre en el mundo, pero podemos alimentar a un niño hambriento. No podemos detener la trata de personas por nuestra cuenta, pero podemos unir nuestros recursos con otros diez mil para rescatar a algunas víctimas. Nos sentimos abrumados cuando no sabemos qué hacer. "Así que entonces, hagamos bien a todos según tengamos oportunidad, y especialmente a los de la familia de la fe" (Gálatas 6:10, NBLA). Debemos ser sensibles a las necesidades y dejar que nuestro dolor nos impulse a actuar. Dios no nos hace responsables de resolver los problemas del mundo, solo de ser obedientes a todo lo que Él ha puesto ante nosotros (Proverbios 3:27; Juan 9:4; 2 Corintios 9:7). Cuando hacemos eso, podemos confiarle el resto a Él.
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